MI PRIMERA EXPERIENCIA

SERVICIO.

12 de agosto de 2017.

Mi primera experiencia haciendo voluntariado fue en un programa llamado “Um Sorriso a Mais” (traducido, “una sonrisa más”). Yo sabía que estaba yendo a hacer algo bueno para la comunidad. Pero no había tenido tiempo para reflexionar antes sobre qué significaba ser voluntario, qué implicaba y qué me aportaría.

Cuando llegué a la casa donde los voluntarios concentran antes de ir a la comunidad, tenía mucho miedo. No conocía a nadie, salvo una chica del colegio que fue quien me recomendó ir, pero del resto no conocía a nadie. Tenía miedo de que la gente no me integrase y que me quedara solo durante toda la experiencia. Resulta que, a pesar de eso, la gente fue muy gentil y abierta conmigo. Los jóvenes fueron muy buenos y la pasamos muy bien. El miedo se fue pasando a medida que fui conociendo otros voluntarios. Pero admito que al comienzo era muy grande.

Lo primero que me di cuenta es que ser voluntario implica adentrarse en realidades que desconocemos, y que no se asemejan en lo más mínimo a las nuestras. Yo en esta experiencia entré en contacto con realidades duras; que salen de nuestros límites de lo imaginable, por ser tan crueles; es imponente y conmovedor.

Me di cuenta de que la principal carencia de los niños de la comunidad no son cosas materiales. Los niños con los que conviví carecen de afecto, de atención, de alguien que les dedique tiempo para jugar o simplemente, un oído que los escuche cuando cuentan sus historias.

La infinidad de cosas que esta experiencia me aporto y como lleno mi corazón, es inefable. La felicidad puede alcanzarse con acciones tan pequeñas, y poner esto en práctica, me cambió en una forma muy positiva. Pensar en el bien que hicimos en la vida de esos niños me enorgullece y me deja muy feliz.

Ser voluntario es una experiencia inolvidable que me hizo reflexionar sobre cómo soy afortunado de llevar la vida que llevo, y cómo debo agradecer por las personas que me aman.