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UM SORRISO A MAIS

  • Foto del escritor: tomás lucero
    tomás lucero
  • 20 jul 2018
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 15 mar 2019

SERVICIO.

30 de septiembre de 2017.



Esta fue mí segunda vez en uno de los eventos del programa "Um Sorriso A Mais". Esta vez fui acompañado por algunas compañeras de mi sala, y había mucho más voluntarios. Decidí volver porque la primera vez que fui me llenó el alma y me dio esperanzas de que podemos construir un mundo mejor con nuestras pequeñas acciones.

El esquema fue el mismo: nos encontramos, preparamos las actividades, almorzamos y fuimos a la comunidad. Al llegar allí, fuimos recibidos con abrazos y mucho cariño. Fueron muchos niños y los voluntarios nos dividimos por grupo, para hacer juegos y teatro.

Fue increíble. Igual a la otra vez. Me di cuenta de que los niños no necesitan de mucho para ser felices, y como nosotros hacemos una gran diferencia en sus vidas. Esta vez me di cuenta de que muchos niños carecen de afecto, ya que están colgados a los voluntarios todo el tiempo, pidiendo cariño y atención.

Durante la experiencia, empezó a llover y las actividades, que eran en la terraza del lugar, tuvieron que ser dislocadas. Tuve que organizar la actividad que mi grupo estaba realizando, y encontrar un lugar bajo techo para moverla. Era una enorme confusión, así que nadie daba ordenes. Encontré un lugar en el primer piso donde reorganicé la actividad, y entonces seguimos jugando.

Al fin y al cabo, esta experiencia fue muy gratificante. Me di cuenta que los niños carecen de cariño, y nuestro voluntariado del genera una imagen nuestra muy positiva en sus cabeza. Nos transformamos en sus amigos de forma muy rápida, y ellos te aprecian mucho por eso. Cuando nos íbamos, me preguntaban cuando volvería y me pedían que no tardara mucho. Esas horas que pasamos jugando hacen una enorme diferencia en la vida de muchos niños, ya que es un momento de atención y de despejar la cabeza, solamente jugando, como un niño instintivamente debería hacerlo. Son realidades muy duras, que se ven directamente reflejadas en los niños. Se nota cuando carecen de cariño, y se nota que nuestra acción hace alguna diferencia en sus vidas. Por eso me siento extremadamente satisfecho, por estar en la posición de poder ayudar y divertirme con esos niños guerreros del día a día. Voy a seguir yendo con seguridad.

Emilia, una consagrada que hace parte de la organización me dijo que le encantaría que yo participase en un campamento que se hace en las vacaciones. Consiste en un viaje en Brasil una semana para ser instructor de un campamento de niños. Dijo que yo tenía un fuerte carácter de líder y que me iría muy bien allí. Esto me dejó muy orgulloso.

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